
Tras un 2025 marcado por un rebote significativo de la actividad con un crecimiento estimado de 3,8%, la economía ecuatoriana entraría en 2026 en una fase de expansión más moderada. El contraste entre ambos años refleja, en buena medida, el efecto estadístico de recuperación luego de los choques de 2024 y el retorno a una dinámica más cercana al potencial de crecimiento del país.
El escenario base del Banco Central del Ecuador (BCE) para 2026 asume condiciones más estables que las observadas dos años atrás. No se prevén racionamientos eléctricos asociados al estiaje, y se incorpora la aplicación del Decreto Ejecutivo No. 126, que establece la eliminación del subsidio al diésel y un ajuste progresivo de precios, acompañado de mecanismos de compensación para sectores vulnerables.
Estos supuestos permiten sostener una trayectoria de crecimiento positivo, aunque acotado, y subrayan que el desempeño económico dependerá de la continuidad de estas condiciones.

Seguridad: un lastre persistente para la actividad
La inseguridad se mantiene como uno de los principales riesgos macroeconómicos de fondo. Más allá de su impacto social, tiene efectos directos sobre los costos operativos, la dinámica de ventas y las decisiones de inversión. De acuerdo con la encuesta empresarial del BCE (EMOE), el 29,6% de las empresas reportó afectaciones por eventos delincuenciales en 2024, porcentaje que se redujo marginalmente a 28,4% en el primer semestre de 2025. Solo una proporción limitada de las firmas considera que la inseguridad no representa un obstáculo para su operación.
El impacto económico es concreto. Las empresas destinan en promedio 2,7% de sus ventas a gastos e inversiones en seguridad, mientras que la afectación estimada sobre las ventas agregadas alcanzó -0,94 puntos porcentuales en 2024 y -0,52 puntos porcentuales en la primera mitad de 2025.
El comercio figura entre los sectores más afectados. Para 2026, una mejora sostenida en los indicadores de seguridad podría reforzar la confianza y el consumo; un deterioro, en cambio, implicaría presiones adicionales sobre la inversión privada y la recaudación.
Clima y energía: un riesgo de alto impacto
Los riesgos climáticos y energéticos continúan siendo una fuente relevante de incertidumbre. El BCE advierte que eventos climáticos adversos, como lluvias intensas, pueden generar daños significativos en infraestructura y producción agrícola. A ello se suma la vulnerabilidad del sistema petrolero ante fenómenos naturales que afecten la operación de los oleoductos, con efectos directos sobre la actividad y las finanzas públicas.
Desde el frente fiscal se considera a los desastres naturales como eventos de probabilidad media, pero impacto alto. La experiencia reciente refuerza esta advertencia: el estiaje más severo en seis décadas provocó pérdidas económicas estimadas en USD 1.916 millones. Aunque el escenario base para 2026 no contempla racionamientos eléctricos, la recurrencia de este tipo de shocks mantiene elevado el nivel de riesgo.
Petróleo: producción en declive
El petróleo sigue siendo un soporte clave pero cada vez menor para la economía ecuatoriana. El BCE señala que un aumento de la inversión en campos petroleros sería determinante para compensar la reducción progresiva del Bloque 43-ITT, sostener las exportaciones y preservar ingresos fiscales y externos. En sentido contrario, el FMI advierte que precios internacionales más bajos, interrupciones en la producción o problemas logísticos pueden afectar de forma significativa los ingresos públicos.
Esta dependencia se traduce en una alta sensibilidad del escenario macroeconómico a factores externos. Un entorno de precios favorables podría aliviar las tensiones fiscales en 2026; un escenario adverso obligaría a mayores ajustes en un contexto ya exigente.
Comercio exterior: exposición al entorno global
El comercio exterior constituye otro canal clave de transmisión de riesgos. El FMI identifica la posibilidad de mayores barreras comerciales y de una prolongación de la incertidumbre internacional, factores que podrían presionar a la baja los precios de las materias primas y reducir volúmenes exportados. Para Ecuador, esto implica riesgos tanto en el componente petrolero como en las exportaciones no petroleras, especialmente banano, camarón y otros productos agroindustriales.
La estabilidad del sector externo dependerá de la capacidad de sostener competitividad en un entorno internacional más restrictivo. Una desaceleración de los principales socios comerciales o un deterioro de los términos de intercambio podría limitar el aporte del comercio exterior al crecimiento en 2026.
Dependencia de los multilaterales, servicio de la deuda y regreso a los mercados
El esquema de financiamiento previsto para 2026 confirma que Ecuador seguirá dependiendo de forma significativa de los organismos multilaterales, incluso en un escenario de retorno parcial a los mercados internacionales. Según el Plan Anual de Endeudamiento (PAE), el financiamiento total programado asciende a USD 12.999 millones, de los cuales USD 7.299 millones corresponderían a deuda externa.
A julio del 2025, los multilaterales concentraban el 57% de la deuda externa del Presupuesto General del Estado, frente a un 31% en bonos internacionales, reflejando una estructura aún dominada por financiamiento concesional y semiconcesional.
En paralelo, el Gobierno prevé un regreso gradual a los mercados internacionales mediante la emisión de hasta USD 3.000 millones en bonos externos durante 2026, concentrados en el segundo semestre del año.
Esta estrategia apunta a diversificar fuentes de financiamiento y cubrir necesidades de mayor escala, pero se plantea como complementaria no sustitutiva del respaldo multilateral.
En suma: la evolución de la seguridad, la materialización de los riesgos climáticos y energéticos, el desempeño del sector petrolero y del comercio exterior, así como la capacidad del Estado para gestionar un mayor servicio de la deuda en un contexto de alta dependencia del financiamiento multilateral y de un retorno aún incipiente a los mercados internacionales, serán factores claves para determinar si el país logra consolidar una senda de crecimiento sostenible o vuelve a enfrentar episodios de tensión macroeconómica.
Autor: Carolina Enríquez