
La relación comercial entre Ecuador y Estados Unidos entró en una etapa decisiva con los anuncios emitidos por la Casa Blanca los días 13 y 14 de noviembre de 2025. Washington reconoce la necesidad de aliviar tensiones, pero sin ceder terreno estratégico. Ecuador recibe un respiro en sectores agrícolas clave, mientras se compromete a abrir espacio a bienes industriales, tecnológicos y alimentarios norteamericanos.
El primer anuncio, una Declaración sobre el Marco de Comercio Recíproco, fija la intención de avanzar hacia un esquema de rebaja mutua de aranceles. En términos prácticos, Ecuador se comprometería a reducir tarifas para maquinaria, dispositivos médicos, químicos, vehículos y ciertos productos agrícolas estadounidenses. A cambio, EE.UU. abrirá el acceso —sin el cargo del 15 %— a productos que “no puede producir en cantidades suficientes”, categoría que favorece a exportaciones ecuatorianas de origen tropical.
El segundo anuncio, una orden ejecutiva emitida 24 horas después, aterrizó el acuerdo: desde su entrada en vigencia, 105 productos serían excluidos del régimen arancelario recíproco. Entre los de mayor relevancia para Ecuador destacan banano, cacao, pitahaya, piña, mango, jugos concentrados y palmito, además de especies naturales usadas en agroindustria y gastronomía. En todos estos casos, desaparece la sobretasa del 15 %, restaurando niveles previos o incluso mejores, según el tratamiento original de Nación más Favorecida (NMF).
La estrategia estadounidense se entiende mejor si se mira hacia atrás, al llamado “Día de la Liberación” proclamado por la administración de Donald Trump en abril de 2025, cuando la Casa Blanca anunció una ofensiva contra lo que calificó como “competencia desleal” y “dependencia estratégica” de importaciones. Bajo ese paraguas político, Estados Unidos decidió imponer un arancel recíproco del 15 % a una lista amplia de productos provenientes de países sin acuerdo comercial pleno, entre ellos Ecuador, así como Argentina, Guatemala y El Salvador.
La lógica era sencilla en el discurso: si estos países aplicaban aranceles a bienes estadounidenses, Washington respondería con la misma moneda. En la práctica, la medida golpeó a exportadores ecuatorianos que hasta entonces gozaban de acceso preferencial o arancel cero y, en pocos meses, se convirtió en el principal punto de fricción comercial entre Quito y Washington, abriendo el camino a las negociaciones que desembocan ahora en el marco de comercio recíproco y el anexo de productos excluidos de esa sobretasa.
En concreto, ¿qué impacto tienen los cambios anunciados por Estados Unidos en días pasados? La noticia es especialmente positiva para la cadena del banano, que representa decenas de miles de empleos y había logrado mantener volúmenes con crecimiento moderado (4 – 5 %) pese al arancel. Con el costo adicional eliminado, Ecuador puede recuperar margen, reforzar presencia en supermercados estadounidenses y desplazar parcialmente a proveedores centroamericanos. El cacao también será uno de los ganadores: retoma condiciones competitivas para abastecer a chocolateros estadounidenses, alentando la demanda por variedades premium de origen ecuatoriano.
Las frutas tropicales —particularmente pitahaya y mango— tienen ahora oportunidad de consolidar su entrada en un mercado en expansión para alimentos saludables. Las empresas que ya estaban posicionadas, y que contuvieron pedidos esperando la decisión de Washington, pueden reactivar operaciones con mejores márgenes. Por ejemplo, el palmito en conserva, un producto con tradición exportadora, también sale fortalecido en segmentos gourmet.
Sin embargo, la medida es parcial. Productos emblemáticos como camarón y flores —líderes en generación de divisas— quedaron fuera del listado, ya que Estados Unidos considera que sí tiene producción local como para justificar protección. Estos sectores seguirán sujetos al arancel del 15 %, manteniendo la presión competitiva frente a mercados de Asia o Europa, donde sí gozan de preferencia. Esto explica por qué el Gobierno busca avanzar con celeridad en la segunda fase de negociación.
El ministro de la Producción, Luis Alberto Jaramillo, habría explicado que el acuerdo marco con Estados Unidos ya está cerrado en sus elementos centrales: tanto la estructura general como los detalles técnicos. Sin embargo, el proceso aún no concluye porque falta un componente adicional: la aprobación de una propuesta arancelaria presentada por Ecuador.
Las importaciones
Por el lado de Ecuador, la apertura se dirige a artículos que no afectan directamente a la producción interna. El país reducirá o eliminará aranceles para trigo (totalmente importado), legumbres secas, frutos secos, frutas templadas, vinos y licores. Esto permitirá que manzanas, uvas, almendras o whisky estadounidense lleguen a precios más competitivos, sin desplazar producción local (inexistente o marginal). Para importadores y cadenas de retail, representa una oportunidad comercial, así como para industrias que requieren maquinaria o insumos estadounidenses, cuyos costos podrían reducirse.
¿Qué se viene?
Más allá de los números, el trasfondo es estratégico: Estados Unidos busca asegurar acceso a materias primas tropicales e impulsar su oferta tecnológica e industrial. Ecuador, por su parte, necesita reconstruir competitividad tras el golpe del aumento arancelario de agosto. Las medidas son tácticas, pero no definitivas. La eliminación de aranceles por orden ejecutiva podría revertirse en un futuro gobierno si no se consolida en un acuerdo formal.
El verdadero desafío está en el tiempo. Las empresas que actúen rápido —revisando códigos arancelarios, negociando contratos y asegurando cumplimiento normativo— podrán capitalizar la ventaja. Quienes esperen a la firma del acuerdo podrían perder terreno ante competidores regionales. La atención ahora se centra en la capacidad de Ecuador para cerrar técnicamente el acuerdo y lograr que los sectores pendientes (camarón, flores, alimentos procesados) ingresen en una segunda fase.
